Estados Unidos está impulsando la integración de América del Norte con el objetivo de crear la región más poderosa y rica del mundo, lo que le permitiría enfrentar de manera colectiva a China. Washington ha llegado a la conclusión de que no puede competir solo contra el gigante asiático. Sin embargo, uno de los grandes retos para este proyecto de integración es el posible regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, ya que el actual candidato y favorito para las elecciones de 2024 representa una amenaza para la cooperación entre Estados Unidos, México y Canadá. Sus políticas proteccionistas y su postura radical frente al comercio internacional y la movilidad de personas podrían revertir los avances logrados en la creación de un bloque económico en América del Norte.
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Bajo el lema “Hacer a los Estados Unidos grandes otra vez”, Trump ha expresado abiertamente su deseo de revertir cualquier esfuerzo hacia la integración de Norteamérica. Una de sus principales propuestas es la imposición de altos aranceles a productos importados, particularmente aquellos que llegan de México y Canadá, lo que desincentivaría la inversión y la colaboración con estos países, que son sus principales socios comerciales. Además, su enfoque de relocalización industrial exclusivamente en territorio estadounidense amenaza con obstaculizar el crecimiento de las empresas en México, lo que podría generar tensiones en las relaciones comerciales.
Este tipo de políticas también podrían reducir las oportunidades de competir con China, un país que se ha beneficiado de la fragmentación de las relaciones comerciales en otras regiones. De hecho, China ha demostrado estar interesada en que Trump regrese a la presidencia de los Estados Unidos, ya que esto podría facilitar su ascenso como la principal potencia económica mundial.
A pesar de los esfuerzos de Washington por impulsar la producción dentro de América del Norte y fomentar el fenómeno del nearshoring, que ha llevado a miles de empresas y personas a establecerse en México, la visión proteccionista de Trump podría poner en peligro este proceso. La relación entre Estados Unidos y México, que va más allá de lo comercial, podría verse afectada por las políticas de Trump, ya que el exmandatario considera que perjudicar a México generaría un beneficio directo para Estados Unidos, una visión que podría volverse obsoleta en un mundo globalizado.
Trump no es partidario del nearshoring en América del Norte. Según él, toda la manufactura debe regresar a los Estados Unidos. Recientemente, declaró que impondría un arancel del 100% a cada automóvil que llegara al país a través de la frontera con México si gana las elecciones. Para evitar este arancel, las empresas automotrices tendrían que construir fábricas en Estados Unidos y emplear exclusivamente a trabajadores estadounidenses. De manera similar, amenazó con un arancel del 200% a las importaciones de la empresa John Deere si esta decide trasladar su producción a México, algo que se ha rumoreado en los últimos días.
Las amenazas de Trump no son nuevas ni poco creíbles. En 2019, mientras era presidente de los Estados Unidos, anunció un arancel del 5% sobre todos los productos importados desde México, el cual entraría en vigor el 10 de junio de ese año. Este gravamen, según Trump, iría aumentando gradualmente hasta alcanzar el 25% si no percibía mejoras en el control del flujo migratorio hacia los Estados Unidos. Aunque la amenaza de un arancel tan elevado fue suspendida indefinidamente, mostró la disposición del exmandatario para adoptar medidas que dañan la economía de ambos países, buscando forzar a México a tomar acciones más radicales para frenar la inmigración.
Una de las medidas más radicales que Trump propuso, aunque nunca llegó a implementar, fue el cierre total de la frontera con México, algo que ha repetido constantemente durante su actual campaña presidencial. Incluso usó a los dreamers, jóvenes migrantes que llegaron a Estados Unidos siendo niños y que se han integrado completamente a la sociedad estadounidense, como una moneda de cambio para presionar a México a endurecer su política migratoria.
Trump también declaró que, si México adoptaba medidas para controlar la inmigración ilegal, los aranceles se podrían eliminar. Sin embargo, si la crisis migratoria persistía, estos irían aumentando: un 10% a partir de julio, 15% en agosto, 20% en septiembre y finalmente un 25% en octubre. Estas amenazas económicas hubieran representado un golpe de 86,000 millones de dólares a la economía mexicana. Sin embargo, Trump suspendió la aplicación de esta política cuando México accedió a algunas de sus exigencias, como el envío de 6,000 efectivos a la frontera sur para militarizarla, la detención de dos de los principales organizadores de las caravanas migrantes, y el bloqueo de cuentas bancarias relacionadas con el tráfico de personas.
Por otro lado, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, ha propuesto que no solo América del Norte participe en un tratado económico, sino que toda América, desde Canadá hasta Argentina, se una en un bloque similar a la Unión Europea. Esta idea, según López Obrador, podría mejorar la vida de millones de personas en el continente. El mandatario mexicano también ha subrayado la importancia de la integración regional, sin comprometer la soberanía de los países involucrados, como una estrategia clave para el futuro de la región.
Sin embargo, esta visión ambiciosa enfrenta grandes desafíos. Mientras China sigue consolidándose como una superpotencia económica global, la integración de América del Norte parece pender de un delicado equilibrio entre la cooperación y el aislamiento. Si se prioriza el proteccionismo y el aislamiento, como propone Trump, los efectos podrían ser devastadores no solo para las economías de México y Canadá, sino también para Estados Unidos, que vería reducidas sus posibilidades de competir con China.
Actualmente, según el Banco Mundial, el Producto Interno Bruto (PIB) de América del Norte asciende a 31.3 billones de dólares, incluyendo a los 23 países que geográficamente pertenecen a la región, hasta Panamá, y a las naciones del Caribe. Sin embargo, el PIB de Asia alcanza los 40.2 billones de dólares, de los cuales casi la mitad proviene únicamente de China. Esto significa que América del Norte ya no es la región más rica del mundo, y no lo ha sido durante un tiempo considerable.
Esta realidad, combinada con la creciente polarización política y social dentro de los Estados Unidos, sugiere que el país podría fracasar en su intento de liderar una contienda económica contra China. La protección de la industria nacional a costa de la cooperación con aliados clave, como México y Canadá, podría tener efectos a largo plazo que socaven la competitividad de Estados Unidos en la escena global.
El futuro de la integración en América del Norte dependerá en gran medida de la capacidad de los tres países para colaborar de manera efectiva, fortaleciendo su tejido económico y social. Si bien es cierto que la soberanía nacional es importante, también lo es la cooperación regional. Sin esta, Norteamérica podría perder relevancia en un mundo cada vez más globalizado y dominado por potencias emergentes como China.
En resumen, las políticas proteccionistas de Donald Trump representan una amenaza directa para la integración de América del Norte y, por ende, para la capacidad de la región de competir con China en la economía global. La única vía hacia una prosperidad duradera es a través de la colaboración, no del aislamiento. Si Estados Unidos insiste en levantar muros comerciales y fronterizos, el verdadero ganador será China, que aprovechará esta fragmentación para consolidar su hegemonía global.
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